El padre de Kay, Kevin, era el único hijo de dos supervivientes del Holocausto. A pesar de que al padre de Kevin le faltaban el pulgar y el índice, su madre tenía un tic nervioso y ninguno de los padres tenía familiares, jamás se charló de la guerra en la casa de Kevin, incluso cuando el padre o la madre encendieron una candela Yahrtzeit para celebrar la muerte de uno de los numerosos hermanos que habían muerto durante la misma.
La abuela materna de Kay jamás abandonó el hospital siquiátrico, y Kadisha y sus 2 hermanos fueron criados en su mayor parte por una tía materna -y la propia Kadisha- a medida que su padre fue perdiendo progresivamente el compromiso con sus hijos, y por último abandonó claramente la familia cuando Kadisha tenía doce años.
Ambos padres abandonaron la escuela para combatir, con un bebé en camino. Kevin se convirtió en un vendedor itinerante, vendiendo libros de texto de matemáticas, al tiempo que Kadisha retornó a lavarse las uñas, y luego, como un bebé tras otro, se convirtió por necesidad en una mamá de tiempo completo.
Kadisha era bastante obediente y podía soportar la mayoría del tratamiento que recibía, mas a veces podía perder la paciencia y combatir, sobre todo negándose a charlar con Kevin.
Kay después me dijo que los niños siempre y en toda circunstancia creyeron que su padre se iría en cualquier momento. Podía ser aterrador y violento verbalmente con los pequeños, conque su madre y los niños se unieron en un pacto de secreto: no le afirmaste nada importante a Kevin, suceda lo que suceda. Era bastante difícil saber de qué manera respondería, conque era más simple no decirle nada, y las vidas de los pequeños eran un tejido de secretos y mentiras ante su padre.
Kevin impuso un estricto toque de queda, que Kay evitó escabulléndose por la ventana. Perdió a sus “viejos amigos”, como los llamaba, y halló ciertos nuevos que yo no llamaría “goteo”, pero que no tendrían mucho de positivo que decir a este respecto. Había bebida, mariguana, actividad sexual. Habiendo crecido en un hogar judío tradicional, Kay estaba empujando los límites de cualquier cosa aceptable.
Porque, verás, Kay era la paciente identificada. Kay sirvió, de la forma más abnegada, como la “persona enferma” de la familia, actuando de este modo la disfunción de la familia y permitiendo que el resto de la familia tuviera éxito.
Y Kay, mejorando su papel de paciente identificada, ha continuado con su espiral descendente, mientras que le concede a sus 4 hermanos la libertad de actuar en la disfunción familiar.
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